Micro pesadillas lúcidas

viernes, 24 de julio de 2020

Hueso en la frente





Con cuadernos y algunos tubos de papel en brazos, estaba a dos cuadras de llegar a la avenida principal, en ese punto me encontré con un amigo que me saludó y me preguntó que para dónde iba, así que le respondí que necesitaba un taxi. Él me señaló uno que se ubicaba al lado de su carro. Vi al conductor hablando y tomando tinto con otra gente, entonces sonreí porque no quería cargar más con mis cosas. Cuando me subí, me preocupé más en dejar los tubos ordenados que por el aspecto del taxi, por lo tanto cuando levanté la mirada ya era demasiado tarde. El auto tenía sacadas las sillas del frente y había dispuesto un nuevo mecanismo que le permitía manejar desde la silla de atrás, de manera que cuando él se subió, quedó sentado al lado mío, ahí reaccioné para bajarme pero rápidamente aseguró las puertas y presionó un botón que empañaba todos los vidrios sin permitirme llamar la atención a los de afuera. Grité y me abrazó  —Nada de lo que hagas servirá —me dijo mientras me apretaba con fuerza. Hice un último intento en el que logré abrir la puerta, sin embargo ya estábamos en un garaje, ese saltó de tiempo me hizo entender que me encontraba drogada y además sin energía, por lo tanto, el tipo me bajó del taxi saludando a un sujeto gordo que vestía un traje de buceo. De nuevo como un parpadeo resulté en su cama y el taxista encima mío. Esta vez decidí llevarle la idea, fingir que quería hacerlo para ver si se le bajaban las ganas de violarme, aunque aún me sostenía con dureza, guardé la calma y me dediqué a observarlo. Sus facciones eran angulosas, ojos enrojecidos, lleno de tatuajes, delgado como si consumiera heroína. Noté que tenía un microdermal con forma de hueso en la frente, por eso se lo golpeé creyendo que iba a desequilibrarlo y por el contrario, me tomó con más vigor  —¿Te las quieres dar de rudita?  —me dijo mientras su sangre caía en mi cara. Cumplió su objetivo y me dejó en la avenida en la que estaba a punto de llegar el día anterior. Por esta razón, fui directamente a buscar a mi amigo y lo acusé de cómplice, él me aseguró de todas las formas que no y que se dispondría a ayudarme. Enseguida, me llevó a un callejón cerrado donde el sujeto guardaba el carro, reconocí la casa del sujeto del traje y en ese lugar me quedé planeando mi venganza. 

miércoles, 22 de julio de 2020

La balsa de la medusa


Le Radeau de la Méduse. Théodore Géricault, 1819

La condición de las aguas de río dificultaban la grabación pero a pesar de la turbulencia, los actores continuaban en la balsa, era un gran reto, parecía imposible y había que buscar soluciones todo el tiempo. "La balsa de la medusa” era cómo se iba a llamar este corto dirigido por Day, quien vestía de negro. El estrés era alto y yo buscaba desesperadamente un cigarrillo pero nadie fumaba. Por fin, en otra locación, después de que el dueño mostrara su casa, un hombre y una mujer adolescente se escondían, luego la chica salía desnuda. —Corte —dijo Day y pidió una capa para la mujer.
Sueño anónimo. 

martes, 7 de julio de 2020

Carta



Querida M. 
Por favor no muestres esta carta a nadie. 
Sé que es difícil para ti entender todo lo acontecido, pero para mi no lo fue, pues fueron claros los motivos. Aunque duela, todo fue premeditado, sí, la misoginia, la endogamia, y sobre todo, el patriarcado. Esto sí que quise enterrarlo, y bueno fue literal. Este mapa del patio tiene una guía de dónde está la platería que guardé y es bastante. Eso sí, no hurgues más allá de diez centímetros, en el fondo siempre habrá algo que no deseas ver.